domingo, 9 de diciembre de 2012

Satélite IV



IV.- Lágrimas por Satélite

Içmælđ alcanza una región baja de Satélite valga la redundancia ya que todo en Satélite es una imperfecta Utopía, todo es igual, todos son iguales...igualmente chingados.

Su vieja choza sigue en su lugar, en el décimo séptimo piso de un condominio más similar a una colmena, un hormiguero. Su deber es ya no permanecer en Satélite ni en Uur; ingresa a su piso corriendo agitadamente, al romper en su cuarto toma todo lo que quepa dentro su mochila.

Toma una papeleta y ase su viejo tintero, ese que usaba Aml'd para redactar sus cartas, quien asu vez lo recibiera de su difunta esposa; humedce su aguja y escribe su nota final a Urbăil:

"Ībun āl-Ywūghędø qun tęlđ faqæm āl-Zěl'tikh kh'ŏil ubīqh e āl-Wĕrīlđ"
(Dejaré a ti y a mi casa, a Satélite, por siempre)

Si el tiempo tiene su guadaña contra su cuello, Izmālđ recuerda sus viejo tiempos cuando entonces descendía desde el cuarto piso de siete en siete o deslizado por los barandales con la voz de Amed por detrás. Le duele, le lastima el alma su partida pero es lo que decidió, valió más la libertad que recuerdos de esclavitud.

Desciende todos los escaños, llega en minutos hasta la grisácea recepción al momento que una serie de sirenas suenan desde las fronteras invisibles de Satélite. El tiempo se agotó  y ahora huir es cuestión de vida o muerte, su destino no estará en sus propias manos si el Consejo de Justos le pone las garras encima. Un efebo de Satélite jamás podría pagar un jurado favorable menos aún vencer al Eennsil.

Monta una bicicleta de fierros con óxido y Tétanos, pedalea más allá, fuera de Satélite, a donde non habia entrado jamás. Içmælth humedece sus mejillas no sólo con el sudor desértico sino las lágrimas que quedan atrás en el tiempo junto a la mismísima Sŏm'r, enfrente sólo quedan las dunas del desierto y lo desconocido.

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